Lo normal y legítimo es que los partidos políticos postulen a sus mejores hombres y mujeres para los diferentes cargos de la administración pública. Pero, lo pésimo es que, para ello, sólo se guíen por el afán de cubrirse las espaldas por las trapacerías que cometen, y para el colmo de los colmos insisten tercamente en postular a personajes no sólo impopulares, sino probadamente nada probos.
Con motivo de las elecciones para cubrir las vacantes en el Tribunal Constitucional, Banco Central de Reserva y la Defensoría del Pueblo, se ha constatado, una vez más, la purulencia que existe en los diferentes partidos políticos, cuyos representantes en el Congreso lo único que han dado son muestras, más que suficientes, de su ineptitud y falta total de ética.
La indignación popular, que está haciendo retroceder a los ayer envalentonados congresistas, se plasmó en calles y plazas de Lima, y no otra cosa se esperaba luego de la elección de los hombres más emblemáticos del fujimorismo, nacionalismo y toledismo. Rolando Sousa, Víctor Mayorga, Cayo Galindo y Pilar Freitas, siquiera por una cuestión de decencia básica, no debieron ser postulados para ocupar cargos tan importantes en el Tribunal Constitucional y Defensoría del Pueblo.
Las calles y plazas ya han sido tomadas mayormente por una iracunda juventud que está haciendo retroceder en sus propósitos, nada santos, al gobierno de Ollanta Humala, al fujimorismo, toledismo, aprismo y al derechista Partido Popular Cristiano.
Se espera más movilizaciones para el 27 de julio, día del mensaje presidencial con motivo de las Fiestas Patrias.
CANTO VIVO 